domingo, 26 de abril de 2015

Conversatorio de la Constitución de la República Independiente de Mariquita, sede Honda, todo un éxito

 Aspectos del conversatorio realizado el pasado viernes 24 de abril del presente año en el salón Hernando Parra Casas de la Cámara de Comercio de Honda, en donde disertaron  Hernán Clavijo, Augusto Trujillo y Germán Perez, le acompañan David Ramón Caldas, William Calderón y Jose Harold Yepes,
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El conversatorio verso  sobre la Constitución de la República Independiente de Mariquita, cuya sede fue la Villa de Honda

 (Foto Jhpon Jairo Marín)
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 Asistente al evento
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Fotos. Tiberio Murcia Godoy. Viernes 24 de abril de 2015

Marcelo Tenorio, comerciante y faccioso Por Humberto Barrera Orrego

Las vicisitudes de la vida de Marcelo Tenorio bien podrían formar parte de una novela de Charles Dickens así como de un melodrama de conspiradores de la pluma de Salvatore Cammarano, el truculento libretista de IlTrovatore. Tenorio es una de las figuras más interesantes e injustamente olvidadas del período turbulento de la historia de nuestro país que va de 1810 a 1860.
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Vino al mundo en Honda hacia 1793. Era hijo único; a los nueve años de edad quedó huérfano de padre. El señor Francisco de Mesa y Armero, que se constituyó en su protector, lo llevó a estudiar junto con sus propios hijos a Santafé, en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario, donde presentó exámenes de admisión en octubre de 1808. Seguramente el joven Tenorio nunca imaginó que dos decenios más tarde residiría a la vuelta de la esquina, a cosa de una cuadra de la laboriosa portada del colegio, compartiendo la vivienda del general más distinguido de la Nueva Granada. Sin embargo, su madre, temerosa de que el joven se decantara por la carrera de las armas, no le permitió terminar sus estudios en la capital. Y así, en 1814, con escasos veintiún años, ejercía de primer regidor del cabildo de Honda.
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Desde la edad de diez y nueve años era ya “uno de los más ardientes republicanos” y desempeñó, entre otros, el cargo de juez del Tribunal de Vigilancia de la provincia de Mariquita, uno de los tribunales más odiados y temidos por los realistas, que podía juzgar y sentenciar sin apelación a los enemigos de la república, llegando a aplicar incluso la pena capital. Buena parte de estos jueces perdieron la vida durante la depuración de Pablo Morillo, o bien fueron llevados a prisión o desterrados, cuando no a prestar servicio de soldados rasos en las filas realistas.
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Según Américo Carnicelli, que califica a Tenorio, tal vez injustamente, de “demagogo de menor cuantía”, en julio de 1815 éste contrajo matrimonio en la ciudad de Honda, si bien no revela el nombre de su mujer. A raíz de la reconquista española, temeroso de ser encerrado en un calabozo, Tenorio emigró de Honda al Cauca con la intención de embarcarse en algún puerto del Pacífico, pero como toda la costa del sur estaba ocupada por los enemigos, tornó al puerto sobre el Magdalena y de allí pasó a Santafé con el ánimo de presentarse ante el Pacificador Morillo en persona, quien lo absolvió de sus comprometimientos.
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Luego de una nueva acusación, esta vez ante el virrey Juan Sámano, y de una nueva absolución, determinó salir de Honda, mientras pasaba la tormenta, con un pequeño capital para buscar su subsistencia y la de su familia en la provincia de Antioquia, donde era menos conocido. Se radicó en Rionegro, donde no alcanzó a conocer a don Crisanto de Córdova, ya que —debido a los rumores que habían corrido sobre el relevo de su cargo del gobernador realista Vicente Sánchez Lima y sobre las supuestas instrucciones atroces que traía su sucesor, el teniente coronel Sebastián Díaz—, éste había emigrado con sus dos hijos varones, Salvador y Vicente. Por aquellas calendas, el joven José María se hallaba en los llanos de Venezuela, poniendo en práctica lo aprendido en la Escuela de Ingenieros Militares de Medellín y curtiéndose en las artes de la guerra. 
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Una noche entre las noches, el gobernador Carlos Tolrá hizo llamar a Tenorio para desterrarlo de la provincia en el término de dos horas, no sin antes amenazarlo con la prisión y el patíbulo. De nada le valió la intercesión de varias personas influyentes, algunas emparentadas con doña Juliana Rendón, la mujer del gobernador. Pese a la orden perentoria y al carácter despótico de Tolrá, Tenorio permaneció aquella noche en Rionegro reuniendo sus escasas pertenencias para emprender viaje.
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Llegó a Honda el martes 10 de agosto de 1819, y tres días más tarde, el viernes 13, cruzó el Magdalena la retaguardia del ejército libertador, a órdenes del general José Antonio Anzoátegui. “Un joven héroe [José María Córdova], digno heredero del genio y del valor de Girardot y de Mejía, fue el encargado de enarbolar en el país de su nacimiento el estandarte de la libertad, a la cabeza de cien hombres escogidos”. Deseoso de recuperar sus intereses, Tenorio quiso volver a Rionegro en compañía de Córdova, con quien lo unía “la más íntima amistad” (es posible que se hubieran conocido en Quilichao o Popayán cuatro años antes, cuando Tenorio había intentado huir por un puerto del Pacífico y Córdova acababa de medir las armas a orillas del río Palo), pero el general Anzoátegui le negó el pasaporte porque tenía destinado al joven comerciante para un alto cargo: poco antes de volver a Santafé lo nombró gobernador y comandante general de la provincia de Mariquita, pero Tenorio solo aceptó el cargo de gobernador civil, el cual ejerció durante siete meses. 
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Al dejar su cargo en 1820, se puso a trabajar en Bogotá para don Ignacio Camacho, tío político suyo y oriundo también de Honda. Durante ocho años, tiempo que duró la ausencia de Camacho, Tenorio alternaba sus actividades detrás del mostrador del establecimiento de comercio de su pariente en la Calle Real, donde desplegaba géneros de seda bajo la vara de medir y abría guacales de porcelanas de ultramar, con la administración de cuatro haciendas que poseía el señor Camacho en la sabana. Pero éste se llenó de deudas y quebró, y cuando Tenorio esperaba una indemnización por todos sus años de trabajo, se vio, como su pariente, arrastrado a la ruina.
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Poco tiempo después de haberse instalado en la capital ingresó a la Logia Fraternidad Bogotana No. 1, en la que fue ascendido en 1825 al grado 32. Republicano ferviente y gran  amigo de  Santander, formó parte del círculo de conspiradores que participaron en la conjuración del 25 de septiembre de 1828 contra la dictadura de Bolívar, si bien esa noche no se contó entre el número de los exaltados que allanaron el Palacio. Por aquel entonces vivía en la Calle de la Portería con el general Córdova, los dos edecanes de éste (el capitán Francisco Giraldo y el teniente Antonio Fominaya), sus cinco asistentes y un pariente lejano de Córdova, Joaquín Escobar, oriundo de Rionegro.[2] Una vivienda que era prácticamente un cuartel no era el lugar más apropiado para criar una familia. ¿Dónde se encontraban entonces la mujer y los hijos de Tenorio? Sus referencias a ese período son vagas y escasas y no permiten hacer deducciones concluyentes. Llevado a la ruina por el descalabro económico de don Ignacio, muy probablemente Tenorio se habrá visto obligado a enviar a su familia de vuelta a Honda, tal vez a la casa de sus suegros, y a pedir la hospitalidad de Córdova, su viejo amigo y hermano masón, en espera de que la Fortuna diera un giro y volviera a sonreírle. (No obstante, en cinco ocasiones dice Tenorio “mi casa” en contextos que no dejan lugar a dudas, en cuyo caso habría sido él quien diera alojamiento a Córdova y su escolta. Sea como fuere, la familia de Tenorio seguiría en el limbo.) La Fortuna, en efecto, dio un nuevo giro, pero no precisamente para favorecer al desdichado comerciante hondeño. 

Un año más tarde, en 1829, Tenorio sembraba vientos de conspiración, pues se había constituido en corifeo del movimiento rebelde cordovista en Bogotá —una ciudad que, tal como lo registró el diplomático norteamericano Rensselaer van Rensselaer en sus Cartas desde la Nueva Granada, se había convertido en hervidero de intrigas, ya que los paniaguados de la dictadura, llamados serviles por sus opositores, tejían sus redes en la sombra, con el respaldo furtivo de importantes figuras del cuerpo diplomático, para promover la coronación de “Simón I”, en tanto que los liberales tendían sus propias redes para impedirlo—. Su hermano masón, el general Pedro Alcántara Herrán, lo invitó con engaños a dar un paseo cerca de la Plaza Mayor, y al llegar al cuartel de milicias hizo que el oficial de guardia lo prendiera y lo confinara, incomunicado, en un cuarto donde fue sometido a interrogatorio por el coronel Silverio Abondano, jefe del estado mayor departamental. Después fue trasladado al cuartel de San Agustín, donde estaban acuartelados los 700 hombres que formaban la Columna de Occidente, encargada de pasar a la provincia de Antioquia para dar un escarmiento a Córdova. Como dato curioso, el encargado de levantar el acta fue Carmelo Fernández, joven de diez y nueve años, hijo de una hermana del general Páez y más tarde acuarelista notable de la Comisión Corográfica, el cual dejaría una apasionante crónica de las penalidades y privaciones que pasaron las tropas del gobierno en los días anteriores al malhadado combate de El Santuario, donde sería inmolado el general Córdova.
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El gobierno del general Urdaneta condenó a Tenorio a prisión en una cárcel de Venezuela, en una ciudad que el interesado no nombró. De paso por Tunja, donde mandaba el general Perú de Lacroix como comandante general y prefecto de aquel departamento, y el general Pedro Mares era comandante militar de la provincia, ambos masones le brindaron un trato digno y considerado a su hermano caído en desgracia. Luego de cuatro meses de permanencia en Venezuela, fue trasladado a la cárcel de Honda en enero de 1830. Sus memorias terminan en forma abrupta como si el manuscrito original estuviera incompleto, bien porque el autor no hubiera alcanzado a concluirlo, o bien porque las páginas faltantes hubieran desaparecido por cualquier motivo. Por cierto, pese a la declaración inicial del autor sobre lo que para él significa el ser faccioso, el título de su crónica no cuadra con la materia tratada. Y aun cuando en principio parece una autobiografía, una lectura atenta muestra que los datos personales de Tenorio figuran en segundo plano, algunos incluso en las notas al pie. En realidad, con el pretexto de escribir una confesión o unas memorias, lo que el autor hizo al fin fue una vindicación de la memoria del general José María Córdova (“mi mejor y más querido amigo”), a quien lo unían la devoción y la gratitud más allá de la tumba y del tiempo.   
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Después de muchos sufrimientos, Tenorio salió de la cárcel de Honda el 21 de febrero de 1831. Un decenio más tarde, debido a su papel en la revolución de la provincia de Mariquita en 1841 (revolución que formó parte de la llamada Guerra de los Supremos) y en la subsiguiente defección del coronel José María Vezga, Tenorio fue desterrado a Santa Marta, donde pasó tales penurias que el general Joaquín Posada Gutiérrez, que lo conocía desde los tiempos en que el ilustre militar cartagenero se había desempeñado de gobernador de Mariquita, se condolió de su suerte, lo protegió, le dio de su mesa y lo socorrió. Para abril de 1855, Tenorio era administrador principal de correos en Honda.
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Tenorio, “hombre de talento e instrucción, de grande imaginación y de genio satírico y gracioso, fue por mucho tiempo el ornato de varios círculos de la sociedad bogotana”, según un diario que obraba en poder del historiador Eduardo Posada. Éste dio a la imprenta algunos escritos de Marcelo Tenorio, tres de ellos en su Biografía de José María Córdova (documentos números 133, 144 y 165), y la Confesión de un viejo faccioso arrepentido en el Boletín de Historia y Antigüedades. Tales documentos no solo revelan la historia menuda vista por un contemporáneo de los hechos, sino el carácter probo de un cronista que fue a la vez protagonista y testigo.
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Después de una larga y dolorosa enfermedad y de la grande miseria y  sufrimientos en que pasó sus últimos días, asistido por su hija Cecilia, dejó de existir en Bogotá el domingo 8 de diciembre de 1861. Sus exequias tuvieron lugar al día siguiente en la iglesia de San Francisco, costeadas por sus cofrades del Compás y la Escuadra.
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.Ex Secretario General
Academia Antioqueña de Historia

(El administrador del blog Centro de Historia de Honda, informa: "Los derechos de autor y el depositario legal de la presente investigación es del Señor Don Humberto Barrera Orrego, quien no esta ligado contractualmente con el  Centro de Historia de Honda, ni es miembro de dicho Centro, el CHH, previo permiso del autor publica dicho texto por ser fuente de información histórica de gran interés para los estudioso de la historia de Honda, el Tolima y Colombia, por lo que cualquier persona, investigador o entidad debe comunicarse con el autor al siguiente correo electrónico;   humbarrera@hotmail.com )



Fuentes:

Carnicelli, Américo. La masonería en la independencia de América. (Bogotá: s. p. d. i., 1970).
Fernández, Carmelo. Memorias (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1973).
Moreno de Ángel, Pilar. José María Córdova (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1979).
Posada Gutiérrez, Joaquín. Memorias histórico-políticas (Medellín: Editorial Bedout, 1971).
Posada, Eduardo. Biografía de Córdova (Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, 1974).
Van Rensselaer, Rensselaer. Cartas desde la Nueva Granada (Medellín: Fondo Editorial Eafit, 2010).
Restrepo Sáenz, José María. Gobernadores de Antioquia (Bogotá: Editorial Lumen Christi, 1970, II). 
Tenorio, Marcelo. Confesión de un viejo faccioso arrepentido. Boletín de Historia y Antigüedades, números 41 a 43, 1906 y 1907.
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[1] El autor desea dejar constancia de su agradecimiento a la señora Luz Marina Rodríguez, Secretaria de la Cancillería de la Arquidiócesis de Ibagué, por su búsqueda en el Archivo Arquidiocesano, aunque infructuosa, de las partidas de bautismo y matrimonio de Marcelo Tenorio en los antiguos libros parroquiales de Nuestra Señora del Rosario y Nuestra Señora del Carmen, de Honda, y de San Sebastián de Mariquita, Tolima.
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[2]La casona, que entonces quedaba hacia la mitad de la cuadra en la acera opuesta a la puerta falsa del Colegio del Rosario, en la Calle de la Portería, ya no existe. Fue demolida para darle lugar a una plazoleta erigida en honor de Jiménez de Quesada.

Plan de Obras para el III Centenario de Honda por Rafael Motta Salas






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Este  plan  y  un  Comité  denominado  Junta  Pro  Centenario, realizaron  gestiones para  conmemorar  los 300  años de Erección en Villa de San  Bartolomé de Honda,el 4 de marzo de  1943.