viernes, 19 de marzo de 2010

Honda revive la memoria del río

March 16, 2010 en Noticias
“En los tiempos antiguos, cuando la erupción del Volcán nevado del Ruiz”, así comienza la pequeña María Bocanegra, de 9 años, el relato con el que participó en el concurso que organizó el Centro Municipal de Memoria de Honda. Con la legitimidad que da el no haber vivido esos hechos en carne propia y la “enorme” distancia que representan para un niño 25 años, Bocanegra continúa su historia: “Cuentan que desde el año de 1985, por el mes de septiembre, empezaron a llamar al Volcán Nevado del Ruiz, el León dormido, y esto sucedió porque los campesinos sembradores de papa y los vaqueros que conocían la región, relataban que había aparecido una fumarola en la cima del volcán, y también que se habían sentido unos temblores”.

Pero Bocanegra ve esos hechos, como el común de los mortales la erupción del Vesubio en Pompeya o la del Krakatoa en Indonesia, cerca de la isla de Java. Sin embargo, existe una gran diferencia, sus fuentes son de primera mano, su madre, sus vecinos y los padres de algunos amigos, porque Honda guarda en sus calles la memoria de un hecho que sacudió su ilustre historia y que cambió el panorama de la ciudad. Fueron muchos los armeritas que encontraron refugio en esta ciudad llena de puentes.

Esta morenita, con vocación de escritora, forma parte del grupo de hondanos que participan del Centros Municipal de Memoria, de Honda, un proyecto del Ministerio de Cultura, en el marco del programa de conmemoración del Bicentenario que busca recuperar la memoria más profunda de los colombianos.

Bocanegra es la memoria joven, porque el profesor Tiberio Murcia es la historia viva de su ciudad. Todos lo conocen y todos lo saludan cuando se pasea por las calles de esta bella ciudad rodeada de ríos. Está ubicada en las orillas del Río Gualí y sobre la rivera del río Magdalena, a lo que se suma una serie de quebradas como la de Quebradaseca. Según Murcia se han inventariado 40 puentes, todos absolutamente necesarios para cruzar las orillas de estos ríos.

Murcia es joven, tiene 45 años, y ha dedicado algo más de dos décadas a recoger la historia del que fue uno de los municipios más prósperos del país. Encontró su vocación cuando descubrió que las empedradas esquinas por las que tenía que atravesar todos los días, cuando se dirigía al colegio, eran el foco de atención los hombres y mujeres que visitaban la ciudad. Comprendió que la admiración de estos personajes con las bellas casas coloniales de diferentes estilos arquitectónicos del centro histórico constituían un recurso invaluable para todos sus conciudadanos.

Desde su adolescencia decidió que iba a hacer de la historia de su pueblo un apostolado. Por eso, no es extraño que Murcia sea el presidente de la Asociación de Centros Municipales de Memoria. Es un líder, una voz activa y fundamental para su pueblo pues su afición por la investigación y su capacidad narrativa lo han convertido en el contador “oficial” de la historia de Honda.

Murcia es el hombre que sirve de guía a los visitantes ilustres de la ciudad como la alcaldesa de Cadiz, el año pasado, o los equipos de Radio Televisión Española que constataron el parecido de algunas zonas de la ciudad con varios pueblos españoles.

Honda, según el historiador Germán Mejía, asesor del Ministerio de Cultura, para el Bicentenario, fue una ciudad fundamental en el tránsito entre Cartagena y Bogotá. La ciudad comienza a figurar en los libros de historia desde los años de la conquista. A finales del siglo XVI esa pequeña villa, que servía como puerto a la ciudad de Mariquita, fue adquiriendo importancia por su activo comercio fruto del tráfico fluvial. Su historia legal comienza cuando a un grupo de jesuitas que estaban asentados allí consiguen constituir la Parroquia de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1620. Tan solo 23 años después, el rey de España le concede el estatus de villa, más exactamente, el 4 de marzo 1643, fecha que los hondanos fijaron como la de su fundación.

Con el paso del tiempo y con la llegada de la navegación fluvial, Honda vive sus mejores tiempos y prácticamente todos los grandes personajes de nuestra historia, desde los virreyes, hasta Simón Bolívar, pasaron alguna vez por este puerto en su tránsito hacia Bogotá.

Esa condición estratégica hizo que se afincaran allí algunas de las familias más tradicionales del centro del país como los López, los Samper, los Zabaraín, Ibáñez, Urrutia, Zaldúa y otras con claros ancestros extranjeros como Michelsen, Naffat, Rudas, Lafaurie o Jassir.

Todo eso y mucho más lo ha recopilado Murcia en su condición de historiador aficionado e intuitivo. No es alguien de títulos rimbombantes, sus estudios en ciencias sociales los hizo en la Universidad de Caldas, el Sena y la Fundación Universitaria Los Libertadores. Sin embargo, sabe utilizar muy bien las herramientas que le da la tecnología contemporánea, como el internet, para refinar sus métodos investigativos hasta el punto de tener buenas nociones de ciencias como la geología o la paleontología. En el pueblo suelen decir que cuando se encuentra una tumba, si el cráneo es achatado, es obligatorio llamar a Murcia, si no, a la policía.

La anécdota surge porque como experto en los vestigios primigenios de la zona, es uno de los pocos con la capacidad de identificar su verdadero valor. “Lo del cráneo achatado –dice- es porque los nativos de esta zona se lo deformaban con pequeñas tablas para que quedara puntudo y se pareciera a la cabeza de un bagre”.

Afortunadamente la afición de Murcia tiene futuro, pues su semilla se ha sembrado con eficiencia y el Centro Municipal de Memoria de Honda se ha convertido en uno de los principales y más activos del país. Es allí donde Bocanegra y otros niños como Juliana Hernández Sierra (6 años), Brayner Ortiz López (12 años), Gina Liseth Barragán (14 años) presentaron sus diferentes versiones de los mitos y leyendas de la ciudad.

Cada uno a su manera y desde diferentes fuentes pudo reconstruir hechos que ni siquiera el omnímodo poder de internet o los medios de comunicación ha podido desterrar de la región. Brayner, el único niño del grupo, recordó como su abuelo, un viejo un poco alegrón y trasnochador del pueblo, por irse de caballero salvador a acompañar a una bella mujer que encontró una madrugada, amaneció solo, tirado en un cementerio y sin rastro de la seductora fémina.

Brayner no duda en señalar la certeza del relato, al fin y al cabo fue su abuelo el que se lo contó. Mitos o no, noticiosos o no, la verdad es que lo urgente es preservar esa memoria y lograr que, como hasta ahora, pero con el apoyo de la nuevas tecnologías y otras no tan nuevas como la fotografía, esos recuerdos se mantengan vivos de generación en generación.

TOMADO DE: http://www.mincultura.gov.co/bicentenario/?p=2071&cpage=1#comment-76

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