domingo, 29 de agosto de 2010

Lo que el río se llevó

Foto: Mauricio Sánchez
Antes de la colonización, los indígenas usaban el río Magdalena como ruta de comercio
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El río Magdalena es simultáneo escenario y protagonista de las memorias de un pueblo que, desde sus inicios, desde su etapa embrionaria, estuvo conectado a él.
Recuerdos grabados durante siglos, desde la llegada de los españoles, pero también desde su salida y lo que continuó de allí en adelante.
El río Magdalena es simultáneo escenario y protagonista de las memorias de un pueblo que, desde sus inicios, desde su etapa embrionaria, estuvo conectado a él. Recuerdos grabados durante siglos, desde la llegada de los españoles, pero también desde su salida y lo que continuó de allí en adelante.
El río Magdalena se riega por más de 1.500 kilómetros, como una lágrima sobre el estriado cutis del país. Agua que atraviesa los territorios de una nación, que pasa sinuosa desde su nacimiento al sur, en el páramo de las Papas (Huila), hasta su desembocadura al norte, en Bocas de Ceniza. Es el río principal, la arteria que arrastra la historia, riqueza y miseria de un lugar en el mundo llamado Colombia. El Magdalena es testigo y testimonio líquido de lo que fuimos, de lo que somos.
No es exagerado. Desde antes de la llegada de los españoles, el río ya era la vía por la que se movían algunos de los pueblos indígenas, que tenían en sus aguas la manera de comerciar y también de alimentarse gracias a la abundante pesca. Así también, la conquista y la colonia tuvieron en el Magdalena su corredor para entrar y asentarse en una geografía agreste, que hacía casi imposible cualquier otra forma de penetrar en estas tierras. Ingreso y salida se daban por el caudal que unía el interior con la costa, la capital con el puerto de Cartagena (a través del canal del Dique), que a su vez era la ventana a Europa.
Fue Rodrigo de Bastidas quien lo descubrió en 1501 y desde entonces se transformó en autopista. Las exploraciones del territorio llevadas a cabo por los 'adelantados' (españoles encargados por la Corona para descubrir y colonizar) se hicieron en buena medida navegando este río. Y con ellos pronto las personas, mercancías y provisiones flotaron en ambos sentidos y comenzaron a formarse las primeras poblaciones.
Mompós, a orillas del Magdalena, se fundó en 1537 y con el tiempo se convirtió en escala necesaria entre el interior y el mar. Se erigió como centro y estación obligada para el transporte de oro, alimentos, esclavos y gobernantes, que navegaban en canoas y champanes (embarcaciones que podían llevar más pasajeros), que a su vez eran impulsados por la fuerza muscular de los bogas. Los españoles trasladaron algunos de los primeros modelos europeos de ciudad y construyeron iglesias y notarías, para arreglar los asuntos terrenales y celestiales. Por el río también se importó una cultura.
Pero esta población, que vio las utilidades de su posición privilegiada, también fue puente para actividades menos legales, pues por allí pasó el contrabando y las primeras evasiones de impuestos a la corona, junto con mercancías devenidas de las colonias inglesas y francesas en el Caribe. Pronto el dinero de esta bonanza se transformó en construcciones lujosas y también ese contacto mercantil con otras culturas trajo noticias del mundo, de lo que sucedía en la convulsionada Europa de finales del siglo XVIII, que eran contadas por bogas y comerciantes y que serían parte del fermento independentista.
Pero si el río facilitó la colonización, también fue clave en la independencia. Luego de conocerse la complicada situación europea y la abdicación del rey de España en 1808, se comenzaron a crear las bases de una nueva nación, pues las llamadas 'juntas' empezaron a gobernar en aquel vacío de poder y a pensar en la independencia desde Cartagena, Mompós y Santa Fe. Este proceso tendría su clímax el 20 de julio de 1810 en la capital, con el suceso que hoy se conoce como el "Grito de independencia".
Dos años después Simón Bolívar llegó a Cartagena desde Jamaica (y luego de huir de Venezuela) fue enviado a un pueblo a orillas del río llamado Barrancas, donde comenzó a labrar su nombre en medio de pequeñas batallas y se tomó Tenerife, otra población ribereña. Más adelante llegó a Mompós con un creciente prestigio que se regaba en ambas orillas y allí le entregan 400 hombres, que también le ayudaron a la liberación de Venezuela.
De la misma manera, por el Magdalena se movieron muchos de los hombres de Pablo Morillo, que en 1816 retomaron el control para España de estos territorios (aunque en 1819 serían expulsados definitivamente). Por eso, dominar el río también fue una prioridad estratégica militar, pues era la vía para acceder a los territorios, así como para enviar y recibir suministros.
Una vez fue alcanzada la libertad definitiva, el Magdalena siguió siendo la columna vertebral de este nuevo país. Tanto, que los caminos que se construían buscaban el acceso al río, con lo que se le podía hacer el quite al aislamiento. Además, el siglo XIX trajo avances como la navegación a vapor, que permitió viajes mucho más rápidos y mayor capacidad de carga.
Luego aparece el ferrocarril y el cable aéreo y el país empieza a conectarse más. Así mismo, surgen las carreteras y, claro, llega la aviación, con los primeros hidroaviones, que aterrizaban en el río a la altura de Honda, desde donde las personas se transportaban por tierra hasta la capital. El río continuó siendo una de las vías principales de comercio hasta mediados del siglo XX, cuando los nuevos medios de transporte se afianzaron y ocuparon en buena medida su lugar.
El Magdalena vio nuestra historia. Nuestras guerras, tragedias, leyendas. Por sus aguas pasaron la riqueza, el progreso, la desventura y los muertos, que aún, por el desafortunado y sangriento conflicto interno, siguen flotando. Pero el río nos llenó la imaginación. García Márquez mojó parte de su prosa en él. Kapax lo nadó y se convirtió en héroe.
Hoy sigue alimentando a muchos, aunque sus aguas estén cada vez más contaminadas. Sigue contando la historia de toda el agua que ha pasado bajo el puente.
Imágenes de una expedición
Durante la 23ª Feria Internacional del Libro de Bogotá, el invitado especial será el Bicentenario de la Independencia. En este pabellón habrá una exposición multimedia de los "Gritos que cambiaron la historia: expedición por el río Magdalena", diseñada por la Gerencia de Artes Plásticas de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño. Allí se mostrará el trabajo de 44 artistas (plásticos, audiovisuales y literatos) que participaron en una expedición por el río, en la que se muestran diferentes facetas del Magdalena. La exposición también será interactiva y habrá presentaciones multimedia que cuentan la historia y la actualidad del río.
Por Julián Isaza
Con asesoría de Giovanni di Filippo, antropólogo e historiador
Tomado de;

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