Puerto Candelaria, que combina jazz y
cumbia, fue una de las agrupaciones más aplaudidas del festival.
Foto:
Foto: Sergio González
.Honda fue el epicentro de La
Magdalena Fest, que celebró los sonidos de esta arteria fluvial.
.
Por: Yhonatan Loaiza Grisales - Honda*
23 de agosto 2018 , 07:03 p.m.
En las
primeras semanas del año, durante las subiendas del río Magdalena, los
peces que venían de la ciénaga en el vientre del torrente se acercaban a las
orillas al llegar a los raudales de
Honda, facilitando la tarea de atraparlos
.
“En esa
época los peces se capturaban con facilidad,
se podían agarrar con las manos”, recuerda
el historiador Tiberio Murcia sobre esas corrientes majestuosas que alegraban
las jornadas de los pescadores de este municipio del norte del Tolima.
Era tal la
algarabía que se formaba en aquellos tiempos –en los años 1960– que se crearon
los carnavales de La Subienda, en los que los clubes del pueblo armaban
parrandones que tenían como invitados a soneros
mayores de la música colombiana, como Alfredo Gutiérrez, Gustavo el ‘Loco’
Quintero, Mario Gareña, Totó la Momposinay Diomedes Díaz.
“Como
era la época del Carnaval de Barranquilla,
entonces el que no contrataban allá se venía para Honda... Las empresas eran las que más daban dinero para las fiestas”, relata
Murcia mientras recorre la zona colonial de Honda junto a un grupo de turistas
bogotanos.
A esa fiesta local y popular se le acaba de sumar otra celebración, que
tuvo como escenario principal el malecón. Rodeado
por playas de agua dulce y embellecido con adornos de coloridas cuerdas y
algunas hileras de bombillos, sonaron
todas las descargas de La Magdalena Fest, una especie de subienda cultural que
celebró los ritmos que se han nutrido del río madre de Colombia.
En ese
escenario, el pasado fin de semana, sonaron la champeta y la guacherna, el
bullerengue y la salsa; las
tamboras de la cantadora Martina Camargo y el Dub de Gaitas, un proyecto que mezcla pistas electrónicas con la sonoridad tradicional
de los icónicos Gaiteros de San Jacinto.
Justamente
estos últimos, con sus infaltables pañuelos rojos y los dulces sonidos de sus
instrumentos de vientos, en una de sus canciones le regalaron un saludo al río
Magdalena, “ese que nos da tantos pescados, bocachicos, bagres,
nicuros...”.
Es un río que también ha dado tantos
ritmos, como la cumbia y el jazz, cuyos
sonidos empezaron a entrar al país con los vapores que bajaban del Misisipi.
Uno de los
invitados a esta primera edición del festival fue el grupo paisa Puerto
Candelaria, dirigido por Juancho Valencia y creador
de un sonido casi único, que bebe de esas fuentes del jazz y de la cumbia.
Es una
propuesta que trasciende la música, pues Valencia y sus compañeros han creado
una irreverente puesta en escena que, con
la narrativa de personajes y situaciones, muy a su estilo, parece inspirarse en el realismo mágico de García Márquez.
“Nosotros estamos felices de estar en este nuevo espacio para el
pensamiento, para la diversión, para la cultura de Colombia... Es muy bonito
porque los artistas tienen una relación especial con el río, con el agua. Está
Martina Camargo, que es la cantadora del Magdalena; tenemos a Charles King, que
es el Caribe. También está Puerto Candelaria, que es
ese municipio imaginario de Colombia que pasa por un río, el río también
imaginario de La Candelaria”, cuenta
Valencia, conocido como el Sargento Remolacha.
Martina
Camargo nació en el municipio de San Martín de Loba, que está tendido sobre los
bordes del Magdalena en el departamento de Bolívar. La
cantadora cuenta que su padre, Cayetano Camargo, fue uno de los primeros de su
región que le hizo composiciones al
medioambiente.
Resguardada
en la sombra de un árbol del calor abrasador del mediodía, Camargo entona de
improviso esos versos que compuso su padre:
En
1920 el Playón de Santa Rosa // Tenía una capa verde con miles de mariposas, //
con miles de mariposas, // Había extensos manglares que protegían a la regla //
Todo esto se acabó porque le echaron candela, // porque le echaron candela //
Se acabó la oreja e’ mula, se acabaron los tortugas // Todos los peces se han
muerto y han huido las tortugas // y han huido las tortugas.
Es un
canto nostálgico, en el que se cuelan algunas gotas de indignación, pues
Camargo es enfática en que, a
pesar de su importancia, el Magdalena no recibe el trato que se merece.
“El río es
importante para los habitantes de la región de San Martín de Loba porque ahí se
siembra cuando pasa la creciente, y ahí se pesca. Es
importante porque es el medio de comunicación, el único que tenemos de acceso, de entradas y salidas para nuestros territorios, y es importante el
río Magdalena musicalmente porque te permite inspirarte”, cuenta.
En su
concierto en Honda, la artista despliega todo ese canto y esa filosofía que se
maduró a la orilla del río. Tal
vez por ese fuerte compromiso es que lleva el sobrenombre de ‘La sirena del
río’.
En el escenario parece una sirena, y puede que su canto no traiga
consecuencias engañosas de esas criaturas mitológicas, pero
sí se mueve como una de ellas, impulsada por su colorida falda de boleros
multicolores.
Los pueblos que están al lado del Magdalena no tenemos agua potable para
beber. Entonces, ¿cuál es la importancia de nuestro río?
“Mi
responsabilidad como cantadora es llevar mensajes a través de mis
canciones... Los pueblos que están al lado del río,
en los que el agua nos pasa por la nariz, no tenemos agua potable para beber. Entonces, ¿cuál es la importancia de nuestro río? Por eso, yo, a
través de mi canto, hago una especie de protesta”, dice.
Y como
nació en la orilla, en sus canciones también les reclama a los hombres y a las
mujeres por su imprudencia con el Magdalena. Así
lo canta en este verso, que comparte unas horas antes de su presentación:
Me
contaban mis abuelos, que en el río Magdalena // un mohán grande y peludo se
llevaba las morenas // Si el cuento fuera real y el mohán se levantara // nadie
basura tirara porque el mohán se lo llevaba // Ojalá fuera verdad y al intruso
se llevara // A lo profundo del río, a quien lo contaminara // Río, río, río,
color de plata te vean // Los peces y el mohán en sus aguas se pasean.
Es una preocupación que no solo
comparten sus compañeros de tarima, sino
los organizadores del festival, que distribuyeron a varios equipos por el
malecón para que supervisaran el desperdicio con las basuras y los procesos de
reciclaje.
“Todos los artistas tienen muchas ganas de participar en lo que yo llamo
‘no darle la espalda al río’. Llevamos generaciones como colombianos dándole la
espalda el río, simplemente vertiendo los desperdicios, pero tenemos que
mirarlo diferente porque ha forjado nuestra geografía, nuestra cultura, ha
forjado lo que somos. Esto es algo mínimo que puedo hacer
como artista, hacerle ese homenaje y darle ese respeto que se merece”, explica Valencia, que también dirige en Medellín La Primavera Fest, un
encuentro amigable con el medioambiente que busca compensar la huella de
carbono que produce e invita a sus asistentes a que lleguen en bicicleta.
En un
largo edificio blanco que le da la espalda al sol del atardecer funciona el
único museo del país dedicado al río Magdalena. Su
nombre, como es apenas lógico, es el Museo del Río, y en el marco del festival allí se inauguró la exposición ‘Ríos y
silencio’, del artista Juan Manuel Echavarría.
Esta
edificación, que fue bodega real y puerto fluvial en los años de la Colonia, es
uno de los tesoros arquitectónicos que se pueden descubrir en esta
población tolimense que hace parte de la Red de Pueblos Patrimonio de
Colombia.
En su anillo
histórico hay tesoros como una botica del siglo XVII, que aún
conserva los paliativos de la época que prometían acabar con el dolor de muela, además de un antiguo cajón muestrario que promocionaba elíxir de
la salud, bálsamo ecléctico y contraveneno, entre otros.
Casi al frente de esta autopista al
pasado se encuentra la Casa de los Virreyes, que también fue sede del festival y acogió un mercado de artesanías y
proyecciones de películas y cortometrajes donados por la Fundación Patrimonio
Fílmico.
Quien se
atreva a caminar en el denso calor de Honda podrá ser testigo de empinadas
calles empedradas, cuadras llenas de construcciones
republicanas y coloniales, y los famosos puentes –son casi 40–. Sin embargo, Tiberio Murcia aclara que aún falta mucho por conocer sobre
la dimensión histórica de esas edificaciones.
“Desde el
Centro de Historia de Honda les estamos proponiendo a los propietarios de las
casas que nos ayuden a buscar en Registro de
Instrumentos Públicos los documentos antiguos, queremos saber quién era el dueño en el siglo XIX o en el XVIII, y, por
medio de eso, nosotros podemos colaborar”, dice el historiador.
Todavía
hay mucha historia por descubrir en Honda, afirma Murcia, quien, por ejemplo,
apunta que el libertador Simón Bolívar durmió durante diez días en esta villa
colonial en su último año de vida. “Eso
lo dice el coronel Joaquín Posada Gutiérrez en sus memorias, y nosotros hemos
estado buscando la casa en que pernoctó Bolívar, pero todavía no la hemos
encontrado”, dice el historiador.
Sería otro
escaño en esa larga historia del municipio y otra entrada en su legado musical,
pues Murcia apunta que, según las leyendas, Bolívar bailó su último vals en una
de estas casas de Honda.
Por invitación de La Magdalena Fest
,
Tomado de;
https://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/como-fue-la-primera-edicion-de-la-magdalena-fest-en-honda-259318