"Somos el Centro de la Historia de Colombia. Nuestro propósito es el de salvaguardar la historia de nuestro pueblo, como un aporte a la grandeza de nuestra nación colombiana."

sábado, 16 de marzo de 2019

Memoria de mi vida conspiración septembrina por José Antonio de Plaza

Jose Antonio de Plaza


CAUSAS Y MEMORIAS DE LOS CONJURADOS DEL 25 DE SEPTIE
.



En el propio año de 1828 se creó en esta capital una sociedad llamada filógica, en la cual fui nombrado subdirector, a la vez que el teniente coronel Pedro Carujo tuvo el nombramiento de director de la misma. Ardían entonces las cabezas de los jóvenes liberales, los corazones no latían sino al eco de la libertad, la prensa crujía con una fuerte oposición al poder colosal del general Bolívar, y las asociaciones populares y secretas pululaban en todos los puntos de la República. En la sociedad del nombre modesto y literario de filológica se hallaban los primeros jóvenes de esta ciudad, y aunque es cierto que los discursos que se pronunciaban allí sólo respiraban amor a la libertad y odio a la tiranía, jamás llegué a entender que se formaran planes de conspiración. Se elogiaban los claros hechos de Almodio, Aristogiton, Bruto, etc.; pero no había una sola alusión al dictador Bolívar.
Muy pocos días antes de la conspiración del 25 de septiembre del mismo año uno de los socios más respetables y que manifestó un valor heroico digno de mejor causa, me inició con mucha circunspección algunos de los secretos de tan terrible trama, como proyectos posibles de realizarse, aunque hipotéticos todavía, según me aseguraba. Esta sesión, tenida desde las 11 de la noche hasta las tres de la mañana, me arrancó la venda de los ojos e iluminó mi espíritu profundamente sobre la existencia de un complot contra los días del general Bolívar. Yo no he nacido para el crimen ni mis sentimientos de republicanismo marchaban a la par con los de aquellos hombres exaltados hasta el delito. Desaprobé pues completamente sus ideas y guardé silencio, "sin exigirme secreto", porque sabía con quién trataba, que no podía ser asesino villano; tampoco en mi corazón se abrigaba la delación ni la deslealtad para con un amigo.
-De principios liberales -le dije a mi interlocutor- pero el horror en mi corazón, yo no puedo concurrir a un acto en que no se luchará como buenos. Conozco y deploro los males del país, pero no hallo que este sea el remedio, ni noble ni oportuno que dé buen resultado, aun supuesta la muerte del dictador.
Dirigí al otro día mi renuncia de socio filológico y sin admitírseme, dejé de volver a las sesiones. Angustiados fueron para mí aquellos días que precedieron a la conjuración, porque observaba un porvenir triste para la patria, si los conspiradores lograban su intento y si no lo alcanzaban, veía ya levantados los cadalsos, extendidas las listas de proscripción y asegurado el poder arbitrario de los satélites del general Bolívar por mucho tiempo más. El golpe se frustró felizmente el 25 de septiembre y entonces temblé por la suerte de muchos comprometidos, que estaban expuestos a expiar su revolución, heroica aunque criminal, en un patíbulo. Entonces desempeñaba la prefectura de Cundinamarca el general Pedro A. Herrán, pariente inmediato mío y uno de los jefes que merecían más confianza del Libertador. No sé si porque en el registro del archivo de la sociedad filológica se encontró mi nombre como subdirector y se deseaba alejarme, o por complacer los deseos de la municipalidad de la ciudad de Honda y su gobernador, que pedían al general Bolívar me nombrase de teniente gobernador de la provincia de Mariquita, ello es que pocos meses después se me hizo dicho nombramiento; y tanto por alejarme de un teatro que había contristado mi alma como por corresponder a los deseos de varios amigos, me decidí a aceptar aquel empleo; y marché en 1829 para mi nuevo destino.
Odios domésticos, enemistades arraigadas de muy atrás, pleitos ruidosos y complicados; tal era la escena que me esperaba al posesionarme de mi nuevo destino. La población, dividida en distintas banderas, se agitaba en varios y violentos sentidos, siendo los magistrados el blanco de la animosidad de algunos de los partidos, si no sabían complacerlos con las determinaciones de aquellos. No había para mí tregua ni descanso; las persecuciones se encarnizaban exasperando los ánimos, y las acusaciones diarias ponían al magistrado en una situación muy difícil, deduciéndose cargos de connivencia y venalidad por un simple saludo o por una visita de urbanidad. En este estado de cosas comencé a ejercer mis funciones y mi primer deber, como lo hice, después de cumplir con la justicia, fue provocar el avenimiento de partes en aquellas diferencias, objeto que logré a mi entera satisfacción, transigiendo a los ciudadanos desavenidos, restableciendo la paz a contentamiento de todos, por lo cual recibí manifestaciones privadas en que se me dieron las gracias por mi conducta a la vez justiciera y conciliadora.
Desempeñé también la gobernación de esta provincia en la misma época, con las funciones dictatoriales que entonces tenía. Cuando generalmente se perseguía por muchos magistrados en aquel tiempo, a causa de las opiniones políticas y para congraciarse con el poder, yo no recuerdo haber hecho verter una sola lágrima ni haber molestado a ningún ciudadano por ese motivo. Mi casa era el punto de reunión de todos los disidentes políticos y siempre encontraron en mí un magistrado protector de los derechos individuales y un ciudadano tolerante para todas las creencias políticas.
Mi conducta cuando la rebelión del bizarro aunque desatentado general Córdova en Antioquia fue la de un empleado leal a sus deberes, que resistió las instigaciones de aquel general; por una parte consagraba mis servicios al gobierno de orden que había y de quien emanaba mi autoridad y por otra procuraba transigir las diferencias que entre hermanos se habían suscitado. Yo le hablé con noble franqueza al general Rafael Urdaneta y aunque sus expresiones hasta cierto punto encubrieron sus nefandos designios, siempre entreví que podían cometerse viles atentados, como realmente aconteció con el asesinato del bravo y malogrado general Córdova, consumado después de la victoria y cuando, inerme y herido, el valor militar debía tenderle una mano amiga o por lo menos generosa y humanitaria.

.
Tomado de:
http://bdigital.unal.edu.co/4681/1371/CAUSAS_Y_MEMORIAS_DE_LOS_CONJURADOS_DEL_25_DE_SEPTIEMBRE_DE_1828.html#53c



No hay comentarios:

Publicar un comentario