"Somos el Centro de la Historia de Colombia. Nuestro propósito es el de salvaguardar la historia de nuestro pueblo, como un aporte a la grandeza de nuestra nación colombiana."

viernes, 29 de mayo de 2020

In Memoria a Carlos Alberto Porras Parra en sus 24 años de fallecimiento por Yilmar Javier Amaya Perdomo*


Carlos Alberto Porras Parra
(Fotografía Archivo Almirante W. Porras)





Carlos Alberto Porras Parra
(Fotografía Archivo Almirante W. Porras)

*Miembro de Número del Centro de Historia de Honda

domingo, 24 de mayo de 2020

Phyllis Gertrude Seignoret por German Ordoñez Contreras*

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Phyllis Gertrudes Seignoret, llega a Honda, cuando queda huérfana de madre.
Traida por un tío suyo a la casa de la Familia Aguirre Barragan.
La señorita Carmen Aguirre Barragan, hermana de los Médicos Hernando y Alfredo Aguirre Barragan, gestiono su ingreso como profesora de ingles en el Instituto Nacional General Santander de Honda.
Falleció el 29 de diciembre de 2008 a la edad de 101 años.
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*Miembro del Centro de Historia de Honda
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Cédula extranjera.
MURCIA Godoy Tiberio (2020) Cédula de extranjeros en Honda. Archivo

jueves, 21 de mayo de 2020

Árbol de La Libertad por Diana Patricia Valencia Proyecto Bicentenario 1819-2019

Siembra del nuevo árbol de la Libertad, de parte del Centro de Historia de Honda
(Fotografía Hedi Acuña, jefe de prensa alcaldia 19 de abril de 2018)
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Antes de sembrarse el árbol de la libertad en Santafé de Bogotá, se realizó el primer acto de “siembra” en la Villa de Honda el 19 de abril de 1813, 10 días antes de la fiesta cívica que Antonio Nariño estaba preparando en Bogotá. La siembra se hizo en la Plaza de San Francisco, al costado norte de las ruinas del convento de San Francisco, destruido por el terremoto ocurrido en 1805, por iniciativa del subpresidente interino Ignacio de Herrera y representó para las autoridades de Honda un símbolo para enseñar a las personas a ser buenos ciudadanos, lejos del libertinaje. Representaba la libertad que defendía Cundinamarca en contra de los ataques de las Provincias Unidas en la Nueva Granada.

.Este símbolo del “Árbol de la Libertad” llegó a Colombia desde Francia en 1811, en un periodo donde se enfrentaban federalistas y centralistas por el poder en la naciente nación. Nariño no solo trajo de Francia la Declaración de los Derechos del Hombre; también trajo la idea de realizar la fiesta cívica del árbol de la Libertad, que se celebraba tanto en ciudades principales como en los más apartados pueblos. Por eso, para calmar los ánimos entre los partidos enfrentados, Nariño celebró una fiesta cívica el 29 de abril de 1813 con el objeto de sembrar el árbol de la libertad en la Plaza Mayor, en Santafé de Bogotá, al igual que en las poblaciones más importantes de Cundinamarca.
La historia de la siembra del árbol como símbolo de libertad nació en Francia para representar la libertad de los pueblos. Significaba el adiós a un viejo mundo y el nacimiento de otro nuevo. La burguesía se convirtió en la fuerza política dominante de Francia, apoyada en ocasiones por las masas populares para liberarse de la monarquía. Al árbol lo vestían con un gorro frigio, adoptado en la Revolución Francesa como símbolo de libertad.
Este gorro es una especie de capucha, de forma casi cónica pero con la punta curvada. El origen de este gorro se encuentra en Asia, en la actual Turquía. Los revolucionarios de los siglos XVIII y XIX confundieron el gorro frigio con el gorro píleo. El gorro píleo era el símbolo de la manumisión de los esclavos en la época romana. El esclavo liberado por su amo tenía permitido llevar un gorro píleo como símbolo de su libertad. Por eso los asesinos de Julio César mostraron al pueblo un gorro píleo montado sobre un palo para afirmar que habían liberado a Roma del tirano.
Los revolucionarios de Francia y después de América adoptaron este símbolo, pero lo confundieron con un gorro frigio que, en sus orígenes, nada tiene que ver con la esclavitud ni la libertad. Fue tal el alcance del significado del gorro, que se encuentra en nuestro escudo nacional. Este gorro lo pusieron en varios “árboles de la Libertad” en Cundinamarca, uno de ellos en Santafé de Bogotá, reafirmando el anhelo de libertad que los pobladores clamaban a voces.

Siembra del árbol de la libertad en Cundinamarca

Esta práctica se realizó en las poblaciones importantes de Cundinamarca donde Nariño ordenó que se sembrara un árbol de arrayán, planta escogida por tener la virtud de crecer en distintos climas. En Bogotá el primer árbol de la Libertad que se sembró fue un arrayán, pero en esta ciudad lo destruyeron, tal vez pensando que, si arrancaban y mataban los árboles, acababan con el anhelo de libertad. Fue de ese modo que, después de la siembra del arrayán, siguió la siembra de un cerezo, de un durazno y de un olivo, cosa que no ocurrió en las demás poblaciones.
Estos actos llegaron a su fin cuando vino la reconquista española entre 1816 y 1819, época llamada del Terror, que en Honda tuvo su comienzo el 28 de abril de 1816 con la toma del cuartel patriota y el apresamiento de su comandante, Antonio Villavicencio. Más tarde José Hilario López retomó la tradición de plantar árboles de la libertad en Gigante, Huila, cuando decretó la abolición de la esclavitud durante su mandato presidencial.
En Honda se taló el árbol y sobre los terrenos donde se sembró se han erigido distintas construcciones que han sido testigos de desastres naturales debido a varias crecientes del río Gualí. Con el pasar del tiempo se fue borrando de la memoria de los hondanos este hecho histórico.
No obstante, con la propuesta y asesoría del Centro de Historia de Honda surgió la idea de recobrar el acto histórico de la siembra del primer árbol de la Libertad en esta ciudad, y en coincidencia con la construcción de un bulevar plazoleta llamado San Francisco, en el mismo sitio donde se sembró el primer árbol de la Libertad de la hoy República de Colombia, el 25 de enero de 2019 se materializó la propuesta y junto con la administración municipal y el Centro Cultural del Banco de la República en la ciudad, en el marco de la entrega de la obra se sembraron arrayanes en este mismo sitio, en memoria del anhelo de Libertad que se gestó el 19 de abril de 1813.

Bibliografía



Calle de Las Trampas. Honda por Claudia Ortiz García Proyecto Bicentenario 1819-2019

Calle de Las Trampas
(Fotografía Adam Rainoff. 12 de mayo de 2019
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Durante el periodo colonial, por disposición de la Corona Española, se tejió una red de caminos en el territorio americano, siguiendo los parámetros de
 los caminos romanos presentes en la península ibérica. Estos tramos pretendían mejorar el tiempo de intercambio de mercancías entre los pueblos y las condiciones de transporte de pasajeros y carga.
Los caminos reales descubren el contenido patrimonial de un fenómeno asociado a la movilidad y a los intercambios humanos generados a lo largo de la historia, de allí la importancia de conocerlos, valorarlos y recuperarlos porque son piezas fundamentales de nuestra memoria e hilos conductores con el futuro.
Honda un epicentro de la geografía colombiana. A orillas de su principal río y en medio de dos cordilleras, hizo posible el asentamiento de una sociedad que avivó el tránsito de viajeros en una travesía de arrieros y cargueros. Así se desarrolló la economía de una tierra descubierta, colonizada y con ansias de libertad. Su voluminoso comercio y ubicación estratégica para el tránsito hacia el interior del este territorio, le dio el nombre de Puerto de Bodegas, la Garganta del Nuevo Reino de Granada; este fue el principal puerto aduanero de embarque y desembarque de mercancías y donde se estableció la Real Hacienda para contrarrestar el ejercicio del contrabando por el Río Grande de la Magdalena y por los caminos reales.
Desde la Real Hacienda se procuró establecer un circuito comercial minero, agrícola y esclavista fiscalizado entre Santa Cruz de Mompox, Honda, Mariquita, Ibagué y el Chocó, y consolidar el buen funcionamiento y control del puerto y de las vías de acceso a los caminos reales y en definitiva de la comunicación del reino hacia el norte con Cartagena de Indias, Mompox y el océano Atlántico, hacia el centro con Santa Fe y Tunja y hacia el sur con Popayán, Quito y Lima.
La dinámica actividad mercantil en Honda tuvo sus efectos en la construcción y desarrollo del espacio urbano que se vio reflejada en el crecimiento del territorio y en la apertura de vías como la Calle Real o la Calle de las Trampas, que cumplió la función de comunicar desde el puerto, a orillas del Magdalena, con San Sebastián de Mariquita, tierra proveedora de quina y minerales como sal, oro y plata de las minas de Malpaso y Santa Ana de las Lajas. Todo esto hizo posible un comercio lícito vigilado por el Virreinato.
Por la Calle de las Trampas se sintió la administración principal de alcabalas, y el monopolio del tabaco en la zona centro y norte de la provincia de Mariquita. La miel y el aguardiente fueron también productos que incrementaron las fuentes de ingresos fiscales en su producción, venta, compra y consumo a raíz del pago obligatorio de impuestos a la corona según las reformas de Gutiérrez de Piñeres.
Las empedradas curvas de Las Trampas fueron testigo del tránsito de parte importante del comercio que llegó a los embarcaderos de los puertos de Honda, y que era escoltado por rondas de vigilancia en el río y por tierra para la seguridad del transporte de pasajeros y de productos. La navegación a bordo de los champanes y sus incansables y fuertes remeros, los bogas, hizo posible el embarque y desembarque de mercancías y de personalidades de distintas latitudes en estos puertos.
Los escritos e ilustraciones a mano alzada en las cartas, libros, crónicas de viaje del sabio José Celestino Mutis, el hallazgo de las cuatro clases de quina y el envío del oro y la plata ya fundidos en lingotes y monedas, dan testimonio del movimiento portuario en este punto de la geografía; así como también los diarios de viaje y memorias de Von Lengerke y el Barón Alexander von Humboldt, entre otros ilustres visitantes de estas tierras ribereñas.
En la actualidad, la Calle de las Trampas pervive como patrimonio y memoria de los hondanos; da cuenta del pasado en este presente y se proyecta en el futuro de propios y turistas como ese camino mágico y andaluz, empedrado y zigzagueante en el que desembocan la Cuesta Zaldúa, el Callejón de San José, el Callejón de la Broma, la Cuesta de Mr. Owen, la Cuesta de San Francisco, hasta estrellarse casi con la plaza de mercado, en una suerte de ventana del tiempo y del espacio.
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Bibliografía

  • GUZMÁN, ÁNGELA INÉS, La Ciudad del RíoHonda, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes, 2002, pp. 87, 90 y 92.

Rita Racines de Cicero por Tiberio Murcia Godoy Proyecto Bicentenario 1819-2019

La villa de San Bartolomé de Honda fue el principal puerto de la provincia de Mariquita en la época del virreinato. Nodo comercial, cultural, social y económico de la Nueva Granada, que por su notable importancia no era ajena al ajetreo independista de la época. Por cierto, en esos tiempos se consideró que tomarse a Honda era tomarse la puerta principal del reino o a la garganta del virreinato, como fue nombrada.
Debido a su arraigo español, Honda fue cuna de innumerables personajes que, con su don, elegancia y buenas costumbres, se convirtieron en altos funcionarios de la corona, y sus mujeres, aunque no combatieron cuerpo a cuerpo las luchas de la independencia, sí vivieron la humillación, el dolor y, ante todo, el escarnio público de la época, que las hizo vulnerables.
Miles de mujeres, aún anónimas de esta Villa, se enfrentaron a la realidad de sufrir la separación de su esposo o de sus hijos, quienes en nombre de la libertad ofrendaron materiales para la guerra o pagaron con su propia vida. “Entre las mil cuatrocientas sesenta mujeres heroínas”[1]. de la historia de la Independencia, encontramos a una mujer hondana, María Rita Racines de Zízero, quien “Nació en Honda el 15 de mayo de 1781, hija de Juan Antonio Racines de la Colina, natural de Bárcena, España y María Josefa de Zízero y Zízero, natural de Mariquita”. María Rita contrajo nupcias el 18 de marzo de 1782 con Manuel María Martínez de Zaldúa, natural de Mariquita, de cuya unión nacieron Francisco Javier Zaldúa, José María, Bruno José y Juan Eloy, todos servidores de la Independencia[2].
El heroísmo del esposo de María Rita, don Manuel María Martínez de Zaldúa, quien fuese miembro de una de las familias más ilustres de la República, se caracterizó porque desde sus inicios abrazó la causa de la revolución y prestó los servicios de buen militar al lado de Antonio Nariño, con quien hizo campaña en el sur, triunfando en Palacé, Calibio, Juanambú, Buesaco y Tacines, siendo derrotado y herido en la ruta de Pasto, para regresar a Popayán y luego incorporarse en Cartago en las fuerzas del general Serviez, con quien compartió las penurias de Palogordo y las Cañas, de donde volvió enfermo y aniquilado a Santa Fe, donde tuvo que soportar todo tipo de hostilidades por parte de los realistas.
Como escribió José Dolores Monsalve, “De los sufrimientos que hubo de padecer doña Rita Racines de Zaldúa da idea suficiente el hecho de que el doctor Zaldúa, en vista de lo que podía esperar por sus servicios a la patria cuando entraban los reconquistadores, hubo de ocultarse en el convento de San Agustín, en donde murió por consecuencia de las sufridas penalidades, y aunque fue sepultado clandestinamente en la iglesia del convento, el General Morillo tan pronto como lo supo hizo desenterrar el cadáver y aplicar la pena de muerte, fusilándolo con las mismas formalidades con la que se ejecutaba a los vivientes; como era de rigor, la junta de secuestros desempeñó su oficio, y la viuda tuvo por únicos consuelos la orfandad y la miseria. Al nombre de doña Rita Racines de Zaldúa es de justicia unir el de sus hermanas doña Juana y doña Concepción, quienes prestaron tan buenos servicios a la Independencia que se merecieron que se les concediera una pensión de cien pesos mensuales a cada una”[3].
La causa del fallecimiento de Manuel Martínez de Zaldúa es relatada de una manera sorprendente: “Cuando el pacificador hizo su estruendosa y triunfal entrada a Bogotá, el señor Zaldúa presenciaba el desfile en compañía de su esposa e hijos. Y fue tanta la cólera que le dio a Manuel María que sufrió un fulminante ataque y falleció de inmediato delante de su familia”[4].
Como señaló Roberto Velandia, “Los hijos de María Rita y Manuel María participaron activamente en la independencia. José María fue sacerdote patriota, Bruno José, prócer de la Independencia. El teniente Juan Eloy Zaldúa participó en la campaña de 1816 a las órdenes del coronel Antonio Obando y se halló en la acción de guerra que tuvo lugar en dicho año en la Cuchilla del Tambo el día 29 de junio, en que recibió un balazo en la cabeza que le inutilizó absolutamente”[5].
Por su parte, Francisco Javier Zaldúa, a quien con gran esfuerzo, como recuerda Ignacio Arizmendi Posada, “la madre lo envía al Colegio de San Bartolomé en busca de ayuda para estudiar y el joven aspirante se encuentra con el padre Estévez, quien no dudó en encargarse de Zaldúa para sus estudios”[6]. Siendo Francisco Javier un joven muy adelantado y disciplinado, logró ocupar la presidencia de la República de Colombia en 1882.
Francisco Javier Zaldúa, hijo de María Rita Racines, fallece siendo presidente y se le atribuye su pésima salud a los avatares de la política: “Obstinado, Zaldúa no se plegó a la maquiavélica maniobra del Congreso. Sabía que lo destruían, que lo mataban, que ambicionaban su dejación del mando. Y con un valor espartano que lo enaltece y dignifica al liberalismo, exclamó: No me separo, ni renuncio, ni me muero”. Pero pudo más la muerte que aquella increíble decisión y falleció en el Palacio Presidencial el 21 de diciembre de 1882; el único presidente que ha muerto en el ejercicio del mando y en el augusto recinto de los mandatarios de Colombia. Una centuria ha transcurrido desde aquel dramático acaecer[7].
Todas esas situaciones, que no solamente las vivió y sufrió María Rita Racines de Zízero, sino muchas mujeres más de la época, se ven reflejadas en este párrafo: “Lo que hay verdaderamente grande en ellas es la maravillosa persistencia de una obra infinitamente arriesgada y difícil, el intrépido sentimiento que dominó el peligro, el sobreponerse a los obstáculos y al dominio del tiempo. Todas se distinguieron con ardor notabilísimo por su desinterés, enérgicas y apasionadas hicieron con su conducta que las teorías y las palabras, se transformaran en hechos”[8].
Honda, según lo afirma el historiador Roberto Velandia Rodríguez, “No tuvo mujeres mártires como Mariquita y Lérida, pero si una mujer prócer, doña María Rita Racines de Cícero”, a quien bien se merece enaltecer en el bicentenario de la Independencia.
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Referencias

  1.  GÓMEZ, NELLY SOL, Mujeres y la libertad: historia, arte y heroínas en la independencia, Tunja, Búhos Editores Ltda., p.211, 243
  2.  HERNÁNDEZ Y LESMES, ALFONSO, “Apuntamientos sobre genealogías de Antioquia”, en Repertorio histórico, Órgano de la Academia Antioqueña de Historia, Medellín, Imprenta Oficial, Año VII, Nos. 5 a 7, julio de 1925, pp.171-172. Recuperado de http://academiaantioquenadehistoria.org/revistas/index.php/repertorio-historico/issue/view/51/Julio%20de%201925 el 28 de febrero de 2018
  3.  MONSALVE, JOSÉ DOLORES, Mujeres de la Independencia, Bogotá, Imprenta Nacional, 1926, p.239
  4.  ARIZMENDI POSADA, IGNACIO, (1983) Gobernantes Colombianos, 1819-1983. De Bolívar a Belisario, Bogotá, Italgraf, 1983, p.117
  5.  VELANDIA, ROBERTO, (1989) La Villa de San Bartolomé de Honda. Bogotá, Ediciones Kelly, Tomo II, p.357
  6.  ARIZMENDI POSADA, IGNACIO, op. cit. (1983), p.117
  7.  GÓMEZ LATORRE, ARMANDO, “Zaldúa el presidente Mártir”, en Lecturas DominicalesEl Tiempo, Bogotá, 1982, p.15
  8.  GÓMEZ, NELLY SOL, op. cit. (2011), p.211

Bibliografía

  • ARIZMENDI POSADA, IGNACIO, (1983) Gobernantes Colombianos, 1819-1983. De Bolívar a Belisario, Bogotá, Italgraf, 1983, pp.117 a 120.
  • GÓMEZ, NELLY SOL, Mujeres y la libertad: historia, arte y heroínas en la independencia, Tunja, Búhos Editores Ltda., 2011.
  • GÓMEZ LATORRE, ARMANDO, “Zaldúa el presidente Mártir”, en Lecturas DominicalesEl Tiempo, Bogotá, 1982, p.15.
  • MONSALVE, JOSÉ DOLORES, Mujeres de la Independencia, Bogotá, Imprenta Nacional, 1926.
  • VELANDIA, ROBERTO, (1989) La Villa de San Bartolomé de Honda. Bogotá, Ediciones Kelly, Tomo II.
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  • Tomado de;
  • https://enciclopedia.banrepcultural.org/index.php/Rita_Racines_de_Cicero
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  • *Miembro del Centro de Historia de Honda. Miembro de Redhicol (Red de Historiadores de Colombia) Docente Investigador Institución Educativa Departamental Puerto Bogotá, Guaduas, Cundinamarca

sábado, 2 de mayo de 2020

Mi papá fue un gran trabajador…por Rafael Alfredo Colón Torres

Señor Don Rafael Colón Bocanegra
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Desde pequeño lo recuerdo perfectamente; siempre quiso vivir cerca de su casa paterna, una gran manzana de mi abuelo Alfredo Colón, junto a la orilla de las aguas heladas del río Gualí; lo que ganaba mi padre, no alcanzaba sino para un arriendo en la misma cuadra donde de niño esperaba a mi abuelo, cuando traía en la madrugada canecas llenas de pescado del Magdalena; con profundo amor, mi papá lo esperaba junto con sus hermanos, y en familia preparaban pescado asado, en un horno de barro.

El amor a sus padres, los bellos recuerdos de infancia, lo acercaban a vivir en la misma cuadra; por eso, vivimos con mamá y mis hermanos, arrendados en tres casas del camellón de los carros, una de las primeras calles que surgieron en la hermosa Villa de Honda.

Las casas gozaban de amplios patios donde mi papá sembraba, maíz, ahuyamas, ají, plátanos y naranjos dulces. Teníamos un conejo, gallinas, (nuestra favorita: una saraviada y tuerta); habían ovejas, perros, y patos. Mi mamá tenía lo necesario para alimentarnos y mi padre comenzó a trabajar en el ministerio de obras públicas, empleo que le ayudó a conseguir el Dr. Julio César López, muy querido cuñado de mi padre.

Mi papá iba al trabajo en bicicleta, luego, cuando un carro del ministerio, lo recogía, yo lo esperaba en la esquina; cuando se acercaba la hora de su llegada, con mis hermanos corríamos hasta el carro que lo dejaba a la hora del almuerzo. Mi papá abría sus grandes brazos y nos arropaba a los tres hermanos, llenándonos de besos y caricias; a Luis, el menor, lo subía en sus hombros; a mi hermano Jorge y a mí, a uno en cada brazo; era fuerte, atlético, cruzaba el Magdalena por varios puntos y se zambullía durante las noches, con los pescadores del remolino, a despegar atarrayas, cuando se atascaban en las piedras del fondo del río.  

Mi linda mamá, se unía a nuestra algarabía, y mi papá la besaba con nosotros aún en sus brazos; alegres compartíamos la mesa.

Mi papá nos jugaba; siempre fue muy cariñoso; amoroso; de noche se levantaba y nos arropaba; nos llevaba a elevar cometas, nos llevaba a pescar al río; nos conducía a montar la bicicleta, a pegarle al balón; nos hacía trompos de madera con sus manos en el torno de su trabajo, nos hizo bates de guayacán, y con los balones viejos, nos hizo las manillas de cada base; fabricaba las pelotas con un alma de balín y esparadrapo; quedaban iguales a una pelota de béisbol.

Mi papá tapaba las goteras del techo, arreglaba radios, relojes, hacía joyería por herencia de un tío; arreglaba ventiladores, antenas de televisión, ponía la energía en casas de amigos, hacía detergentes, leía las fórmulas químicas que le había dejado el abuelo; en las noches, yo lo acompañaba a hacer declaraciones de renta, pues debía hacer otros oficios, porque el salario de su trabajo, no le alcanzaba para todos los gastos del hogar. Mi padre hacía puertas y ventanas de hierro, soldaba a rayo de sol para entregar los pedidos, tuvo una tienda con mi mamá que le llamamos “Los tres hermanos”; le fiaba pan y provisiones a los vecinos, que pagaban a final de mes.

La primera casita que compró con ahorros a la Caja Agraria, él mismo la pañetó, con el maestro Jacinto; pusieron los pisos, hicieron las puertas, los baños, y todas las mejoras, pues la casita, mis padres, la recibieron en obra negra; a los pocos meses de vivir en esa linda casita, gestionó para que pavimentaran la calle.

Mi papá trabajaba mucho y ayudaba a sus compañeros; era solidario y buen amigo; le gustaba charlar, tenía un buen lenguaje; solo hizo hasta segundo de primaria; poseía cualidades de líder; fue nombrado presidente del sindicato de trabajadores del ministerio de obras públicas con sede en Honda y jurisdicciones vecinas; ayudó a gestionar tierras donde se construyó un barrio para los obreros del ministerio; subía a Bogotá en Rápido Tolima, Expreso Bolivariano, o Taxi, a la sede de la UTC, para gestionar las cesantías y garantías laborales de sus compañeros; yo lo acompañé varias veces a la sede de este sindicato en la carrera décima en el centro de Bogotá.

Los compañeros sentían sincero cariño por mi padre, formaron un equipo de fútbol; por su corpulencia, mi padre era defensa central; me enseñó a querer al Millonarios de Pedernera y Di Stéfano, de Carrizo y de Maravilla Gamboa; siempre fue diligente y consagrado, soñaba que fuéramos a las universidades; quería que mi hermano Jorgito fuera médico; me animaba a ingresar a la marina; siempre quiso el ejército, pues fue soldado de la patria; sirvió en un batallón con sede en Chita, un  pueblo al norte de Boyacá, fundado por un sacerdote en 1727; se alistó para ir a la guerra de Corea; si eso hubiera ocurrido, quizás no hubiera conocido a mi Santa mamá; alcanzó a ser corneta de la banda de guerra de su batallón y conocía perfectamente las dinámicas de las guerrillas liberales, de la violencia que desataron los partidos políticos; me hablaba de los horrores de Sangre Negra y de Desquite.

En nuestra adolescencia, logró hacer unos ahorros por sus buenas ventas en los trabajos de ornamentación, y nos llevó por primera vez a conocer el mar; en Cartagena puede observar a los guardiamarinas de la escuela naval y mi padre me insistía: “mijo; ojalá se presente en la marina”. Desde entonces me enamoré de la Armada Nacional de Colombia; mi papá tuvo que trasnochar para conseguir los fondos que significaban la matrícula en la Escuela Naval de Oficiales Almirante Padilla.

Hoy, día internacional del trabajo, día de los trabajadores, lo recuerdo con profundo amor y cariño; él fue mi gran amigo, mi ejemplo para el trabajo; me decía que el trabajo había que merecerlo, que nunca faltaría; poseía una fe portentosa: siempre hay que hacer, hay que inventar, hay que diligenciar, hay que gestionar; mijo: el trabajo es bendito.

Mi papá fue un incansable y gran trabajador; amaba lo que hacía; lo que llevaba a nuestra casa, lo ganaba con el sudor de su frente; con su ejemplo, me enseñó a amar a Colombia, me enseñó a respetar, a querer a la gente.

Nunca lo noté cansado, ni sentado en horas de trabajo; en sus oficios silbaba, boleros y bambucos, pasillos y guabinas; noté siempre en él un entusiasmo sin igual en todo lo que emprendía; se levantaba temprano; cuando trasnochaba por hacer otros oficios, no fallaba a su trabajo formal.

Mi padre amó lo que hacía; nos enseñó que las oportunidades de trabajo, siempre existen; al final, ya jubilado con el salario mínimo, comenzó a vender casas, fincas; incursionó en el mercado inmobiliario de Honda; se transformaba; se reinventaba; aprendió a hacer pan aliñado, tan rico como el de la panadería El Néctar de Mariquita; hacía despachos y vivimos de sus ventas; nunca lo vi temeroso porque le faltara el trabajo; siempre confiaba en que conseguirá que hacer, para llevar la carne del día a casa.

En nuestro hogar, tuvimos estrictamente lo necesario, y si nos faltaba un juguete, mi padre lo inventaba; nos hizo carros de balineras, le puso un pito de corneta, y un freno con resorte, de donde pendía una chancleta de llanta de carro. Antes de partir al cielo, mi padre tuvo la gran alegría de saber que mi hermano menor, también se hizo oficial de la marina de Colombia. Siempre otro querido hermano, el que me sigue, ha estado velando muy cerca a papá y mamá. 

Hoy lo recuerdo mucho en este día, y le doy gracias a Dios por haberme regalado un papá tan lindo; un trabajador consagrado; tengo la absoluta certeza, que desde el cielo, anima a nuestras familias, y que hoy descansa tranquilo en los brazos de Dios.Feliz día del trabajo….

Escrito en Chía, el día viernes 1 de mayo, del año 2020, siendo las 14:52 horas, en un día con llovizna pertinaz y feliz.
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Tomado de: