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miércoles, 29 de junio de 2011

Mil Palabras Revisión y futuro de la integración andina Néstor Hernando Parra

Las alianzas energéticas que surjan entre sus miembros constituyen la fortaleza que garantiza la continuidad y el buen suceso de la Integración Andina. En esa afirmación coincidieron, en reciente foro celebrado en FESCOL, Wolf Grabendorff, Director de la Fundación, quien termina su misión en Bogotá, Allan Wagner, Secretario General de la Comunidad Andina de Naciones, Diego Cardona, ex vicecanciller colombiano y próximamente funcionario de la CAN en Lima, y Miguel Eduardo Cárdenas de FESCOL, coordinador del libro “El Futuro de la Integración Andina” en el que, además de analizar los 35 años del proceso integracionista, presenta puntos de vista de diferentes autores sobre su porvenir.

La ventaja energética permite a la CAN mantener una posición fuerte en las negociaciones integracionistas con MERCOSUR el que, a pesar de la importancia de las economías brasilera y argentina, está a la zaga en los pasos que conducen a la integración de los cuatro países que conforman ese grupo.

En efecto, según el Embajador Wagner, en el territorio de los países miembros de la CAN se encuentran reservas petroleras cuatro veces superiores a las de Estados Unidos y ocho veces las de MERCOSUR, el 74% de las de gas de América Latina y el 75% de la producción de carbón del continente. Una cadena energética de singular valor estratégico a la que hay que agregar la biodiversidad (25% del mundo) y el caudal de agua (20% del agua dulce del planeta) que poseen los Andes, la Amazonia y la Orinoquia. Ese cúmulo de riquezas le permitiría a la subregión tener una posición fuerte en las mesas de negociación internacional.

La pregunta que surge a cualquier observador es la de ¿por qué no se ha avanzado rápidamente en la andadura de la complementación mutua y la conformación de un grupo de naciones capaz de superar las dificultades económicas y sociales? El hecho es que, por el contrario, se mantienen carencias estructurales que le cierran el acceso a la modernidad y a estadios que le permitan seguridad en el más completo sentido de la palabra. La respuesta que fácilmente surge es la falta de voluntad política.

Adentrándose un poco en esa trillada afirmación, se llega a la conclusión que existe una prevención generalizada ante la cesión de soberanía. Esa disculpa no deja ver las ganancias políticas y económicas de sumar fortalezas para enfrentar a las grandes potencias y bloques regionales que sí toman ventaja de las debilidades de cada país en forma independiente. Es decir, que no se cede soberanía a una entidad de la que se es miembro, manteniendo todos los derechos para intervenir en el manejo de los destinos de la subregión, sino que se prefiere perder soberanía negociando individualmente con los poderosos.

Otras evasivas para explicar la lentitud en los procesos de asociación comunitaria son la disparidad de las economías y las diferentes orientaciones políticas de los gobiernos.

En cuanto a lo primero, el diferente grado de desarrollo hizo que desde su nacimiento el Grupo Andino tomara ciertas medidas que daban un tratamiento especial a Bolivia y Ecuador, como “países de menor desarrollo económico relativo”. El método no ha demostrado ser útil. Perseveran las distancias. A este propósito, se recurre con frecuencia a la comparación de cómo la Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea, logró impulsar a Grecia, España y Portugal, naciones notoriamente atrasadas en el momento de su ingreso con relación a las demás naciones integrantes de la CEE.

Fueron Alemania y Francia, dos países con larga tradición de guerras entre sí, pero con altos niveles de riqueza e ingreso, los que particularmente asumieron la responsabilidad económica de promover el desarrollo de los denominados “países del sur europeo”. Lo lograron mediante una política aplicada en forma perseverante, que consiste en transferir recursos económicos a través de los Fondos Estructurales de Desarrollo Regional, de Cohesión Social y de Infraestructuras.

Así que hoy, después de la ampliación de la Europa de los 15 a la de los 25, y pronto de los 27, los recipendarios de esas ayudas dejarán de recibirlas, por estar muy cercanos a la media del nuevo PIB europeo –reducido por el efecto del ingreso de los 10 con niveles económicos bajos- y, en cambio, tendrán que aportar a los mencionados Fondos para igualmente acelerar el proceso de desarrollo de los pueblos de los nuevos socios. Quienes ven que el modelo europeo es posible de ser utilizado en la Comunidad Andina tienen razón. La pregunta que resta es ¿quiénes y cómo van a asumir el financiamiento de la operación igualitaria? En varias oportunidades se ha resaltado la diferencia entre la propuesta estadounidense del ALCA, de un simple mercado continental basado en el libre comercio, a la de desarrollo solidario de las naciones de la Unión Europea.

Respecto de la segunda -las diferentes orientaciones políticas de los gobiernos- es indudable que persiste la inestabilidad e ingobernabilidad de pueblos como los de Bolivia, Ecuador y Perú, sin dejar de lado el conflicto militar de Colombia, más el cultivo y tráfico de estupefacientes que tiende a trasvasarse a los países de la subregión, y los sobresaltos de la política “bolivariana” de Venezuela que en los últimos años se proyecta como la diplomacia del petróleo, particularmente sobre toda la región latinoamericana.

Con razón se argumenta que el principal problema de los países miembros de la Comunidad Andina está en su falta de integración interna, por cuanto presenta grandes y profundas disparidades en el desarrollo económico y social, que se concentra principalmente en pocas ciudades, más las complicaciones de discriminación étnica, de género y exclusión social.

No cabe esperar que las dificultades económicas, sociales y políticas de cada uno de los países se resuelva individualmente para luego activar el proceso de integración andina y después la sudamericana. Mediante políticas comunitarias se irán superando escollos. Sólo que, en lugar de dar prioridad a las debilidades, hay que privilegiar las fortalezas, como la energética, concretada a nivel sudamericano en el denominado anillo energético.

Bogotá, julio 4, 2005

http://www.escritoresyperiodistas.com/Ejemplar14/mil.html

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