Lo que anteriormente era uno de los corregimientos más importantes en la época de la Colonia hoy está desapareciendo lentamente ante la mirada impotente de los pocos habitantes que aún permanecen en la zona.
Se trata de Coloya, aquel caserío donde habitaron los Panches y se clasificaban en dos grupos, “los del llano, que eran los Bledos, y los de la montaña, que eran los Coloyas”, manifestó Miguel Ángel Ayala Rondón, profesor e historiador de Lérida.
Aquella iglesia, que empezó a ser erigida en 1691 “por los indígenas, con la dirección de los españoles, luego de la aparición de la virgen de Coloya un 2 de febrero”, expresó el historiador, está desapareciendo. El acceso al lugar no es el mejor y las condiciones de vida son precarias, debido a que las personas no cuentan con alcantarillado, luz eléctrica y la carretera está en pésimas condiciones. Los habitantes hacen un llamado a las autoridades para que no dejen perder lo poco que queda, uno de los patrimonios históricos más importantes del Tolima y que, según Ayala, “podría ser una de las iglesias más antiguas de Colombia”.
La Coloya
Ubicado a más de 45 minutos a pie del casco urbano de Lérida se encuentra, al otro lado del río Bledo, la vereda de Coloya, lo que en algún momento fue un corregimiento conformado por cerca de 80 casas, de las cuales quedan sólo cinco. “Desde que empezó la Colonia en esta región, Coloya se convirtió en una encomienda y los indios se dedicaron al cultivo del tabaco y a sacar oro del río Bledo, que dividía a las tribus. Ellos fueron muy esclavizados, pero llegaron a conformar una buena comunidad. Los españoles los explotaron mucho en las minas y cultivos, y los fueron exterminando”, expresó Miguel Ángel Ayala Rondón, profesor e historiador.
El acceso, que fue en piedra, es complicado; del puente colgante ‘Juan Domínguez’, por donde cruzaron los españoles, sólo quedan las bases, los cables y algunos troncos que sirvieron para pasar el río. “Con la llegada de los españoles se dieron cuenta de que era una buena región para comunicar a Cundinamarca y Bogotá con diferentes partes del país.
Luego se hizo un camino que se prolongó hasta Líbano y Murillo, buscando unir a Bogotá, volviéndose famosa la ruta de Coloya en la época de la Colonia”, expresó el historiador. La virgen y la iglesia El profesor Miguel Ángel Ayala Rondón cuenta que la imagen de la virgen de Coloya se presentó en la copa de un árbol de totumo y que ese sector fue elegido por los coloyas, quienes tomaron la figura de madera como suya, para construir la iglesia.
“Donde está el totumo se hizo la iglesia y se convirtió en un sitio de peregrinación, un santuario; durante la Colonia y mucho después, llegaron personas de muchos lugares del país y del exterior, por la fama que tomó la virgen”, sostuvo Ayala Rondón. Y agregó que “los indios tomaron la imagen como de ellos, como un nuevo Dios y no la dejaban traer para lo que en ese entonces era Lérida. Por tal motivo, los Coloyas, dirigidos por los españoles, construyeron el templo, siendo un poco más grande que el de La Ermita.
Era una construcción en tapia pisada, bloque y barro, las paredes eran de un metro de ancho. Lo que ahora se ve en cemento fue un intento de restauración para rescatar algo de la iglesia”. Hacia 1951, la virgen de Coloya fue llevada a la iglesia de Lérida por un cura español. “En esa época, para el tiempo de la violencia, Coloya fue quemado, convirtiéndose en el comienzo del final del caserío, que era más que eso porque era un sitio grande”, añadió.
La leyenda cuenta que cada vez que los españoles intentaron cruzar la virgen por el río Bledo, éste crecía e impedía llevar la imagen hasta el casco urbano. “Hubo cosas misteriosas, porque siempre que iban a traer la Virgen hacia Lérida se crecía el río Bledo. Pero había cosas que se podían explicar y era que el río crecía cuando llovía mucho hacia la zona de la cordillera”, puntualizó Ayala. En cuanto a la iglesia, lugar que era visitado por los creyentes, luego del traslado de la imagen “la tumbó, en 1981, el sacerdote Nelson Trujillo, quien no le vio ningún valor porque quedaba en la cordillera. Incluso, se veía desde cualquier esquina de Lérida y las campanas se oían por toda la cordillera”, dijo el profesor.
Los que permanecen
Desolador es el panorama actual de Coloya, donde sus pobladores sobreviven, según ellos, “de milagro”, sin agua potable, sin carretera y sin energía eléctrica. “El caserío se fue terminando como se fue acabando las ruinas de la iglesia. Mi mamá nos contaba que este fue muy bonito y había bastantes personas.
Ahora no quedan sino las ruinas, no tenemos energía ni agua, y la carretera, que en su momento dijeron que iban a pavimentarla, está en mal estado, los carros casi no pasan por acá”, sostuvo María Gladys Bernal, de 55 años de edad, nacida y criada en el caserío. Y agregó que “la iglesia la alcancé a conocer por dentro: era muy bonita y recuerdo que hacia el mes de mayo se hacía los rosarios; en ese entonces vivía mucha gente en Coloya, que fue muy importante en un tiempo, pero, después de que se llevaron la imagen de la virgen, se vino a pique”.
Agradezco el esfuerzo por contar nuestra historia nuestro patrimonio y sobretodo la incompetencia de la clase dirigente por preservar nuestro patrimonio es paradójico que hablen de turismo y se condene l abandono y olvido precisamente a los atractivos turísticos de nuestro departamento solo ver las condiciones que en muchos casos se tiene edificaciones como esta o las casas coloniales de mariquita honda Ambalema los caminos reales la casa de la moneda en Ambalema
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