Don Mariano y don Pastor Ospina y otros presos fueron enviados a Cartagena. Un descendiente de los Ospina, hace la historia y describe el terrible viaje. Unos apartes de tal recuento son los siguientes:
"La devoción de la Virgen de los Desamparados vino a ser la de nuestra familia, porque a la intercesión de la Virgen, bajo esa advocación, atribuía mi mamá el que mi padre y mi tío Pastor su hermano, no hubieran sido fusilados, estando ya condenados a muerte por el General Mosquera, y en capilla.
"Cuando ella, sumida en el más terrible dolor, acompañada por algunas señoras, ya muy avanzada la noche, estaba sin consuelo, ante una imagen de la Virgen, se presentó un señor (liberal) llevando un cuadro de Nuestra Señora de los Desamparados, y entregándoselo, le dijo: "Ese crimen no puede consumarse, la Virgen de los Desamparados es muy milagrosa, aquí se lo traigo, pídanle a ella esta gracia...."
No recuerdo a qué horas, pero sí muy de mañana, el señor que había llevado el cuadro de la Virgen, se presentó nuevamente con la noticia, para todos inesperada, pues (los más connotados liberales también pedían al General Mosquera la vida de los presos) de que de un momento a otro el presidente había ordenado que no se ejecutara la sentencia. El milagro de la Virgen era patente; pero el calvario para los pobres presos apenas empezaba, pues, por orden del General Mosquera, fueron conducidos con cadenas, a pie, al Magdalena. Mi madre apenas lo supo, mandó un hombre con un caballo ensillado para mi padre que sufría del corazón y le habían prohibido los médicos el ejercicio, fuerte; pero en aquellos tiempos de salvajismo, puede decirse, fue inútil
todo, porque uno de los guardias se aprovechó del caballo, y el pobre preso tuvo que seguir a pie y encadenado.
"Al llegar al Magdalena, embarcaron a los cinco presos en una canoa, y en otra iban los guardias. No se sabe si tenían orden de ahogar a los presos; pero el caso es que, al llegar a los saltos de Honda, los soldados abandonaron a los presos en una de las canoas, contando seguramente con que aquellos perecerían ahogados; pero nuevamente la Virgen de los desamparados a quien mi mamá rogaba sin consuelo, amparó a los presos. La canoa en el salto se volcó; pero los presos todos, pudieron cogerse a ella, y la corriente, cosa maravillosa, los arrojó a la orilla, donde de nuevo cayeron en manos de los soldados asombrados, pues, esperaban que ninguno se salvara..."
No se cuanto tiempo duraría aquel terrible viaje, el caso es que, al llegar a Cartagena fueron encerrados, con grillos y cadenas, en las bóvedas de Bocachica, en un calabozo infecto y húmedo, debajo del mar, cuyas paredes de piedra bañadas por el mar, destilaban agua...
"No sin trabajo consiguió que le dejaran visitar a mi papá cada quince días en aquel calabozo inmundo, en donde los pobres presos encadenados, se consumían. era tal la humedad, que un día al embarcarse ella para ir a visitar a mi papá, vio una plantica en la orilla del mar y la arrancó para llevársela al pobre preso. El la colocó en la hendidura de las piedras del calabozo, y allí creció.
La situación de los pobres presos era espantosa; el aire infecto de aquel calabozo subterráneo, la humedad, pues las piedras destilaban agua día y noche, la falta de aire y de sol, causó entre los presos una epidemia de disentería. Todos se contagiaron, y la fiebre que los atormentaba era como un aliivio a pesar de todo, pues se amontonaban unos con otros para calentarse." (14)
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