Ingleses, franceses, alemanes, belgas, holandeses narran sus hazañas en las tierras que descubrieron. Alguien anotó, con acierto, que ellos no descubrieron nada. Por el contrario, cubrieron la historia de sus colonias con ánimo invasivo y espíritu destructor. Eliminaron casi todo vestigio cultural de aquellas sociedades milenarias. Ahí están gringos y australianos que, aún hoy, siguen sintiéndose ingleses; los boers holandeses, de estirpe calvinista y vocación racista, o la oscura historia de los belgas en el Congo. Los ibéricos, al menos, dejaron tras de sí naciones nuevas.
El lugar de asentamiento de los indios ondamas fue adquiriendo categoría como punto de convergencia entre rutas para el comercio. Su importancia creció, con toda aquella empresa colonial, hasta convertir a Honda en la primera ciudad del interior de la Nueva Granada, por encima de la misma capital del virreinato. El 4 de marzo de 1643, el rey Felipe IV la erigió en villa, por lo cual los hondanos están celebrando su 378° aniversario. El Centro de Historia de Honda abandera los actos conmemorativos e impulsa un proceso de recuperación de su rica historia.
Honda es, históricamente, una de las ciudades más importantes de Colombia. También es un centro turístico. Tiene para mostrarle al visitante la impronta de su tradición y la belleza de su geografía. Su singular arquitectura, sus múltiples puentes, su festival de la subienda y su paisaje urbano. Honda fue el gran puerto fluvial del país y la sede de una élite comercial, con alto componente de origen español, que mantenía las más activas relaciones con las élites de Santafé, Medellín, Neiva y Popayán. Honda era un núcleo regulador del comercio nacional.
Alguna vez escribí, en esta misma columna, que no es fácil encontrar una ciudad con tantas cosas para conservar y con tantas potencialidades para desarrollar. Es grato registrar la movilización de los hondanos en estas efemérides, liderados por sus autoridades locales, por su Centro de Historia, por su Cámara de Comercio, por sus museos y su universidad, rescatando la memoria de hijos ilustres como José María Samper y Alfonso López, pero mostrando también que uno de sus puentes es el más antiguo de América del Sur y que son una auténtica estrella vial de Colombia.
La calle de las Trampas, la catedral de Nuestra Señora del Rosario, la plaza de mercado, el Museo del Río Magdalena, el Museo López son sitios emblemáticos no sólo de los hondanos sino de todos los colombianos. Honda es una especie de Cartagena más pequeña pero no menos simbólica. Menos pomposa pero también menos desigual y, por lo mismo, más inclusiva. Y es tan representativa de una historia grande y de una luminosa herencia, que debería ser erigida en patrimonio cultural de la humanidad.
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Tomado de;Honda | EL ESPECTADOR
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